Enviado por Omar a través de Google Reader:
Hoy, me azotan las palabras asesinas. Llegan de lejos. Más allá del mar. Más allá del cielo. Más allá de la humanidad. Son palabras de rabia y de odio que llegan por goteras. Espaciadas en el tormento prolongado que tortura. Se revelan con un frío de camposanto que me hiere. Que me duele. Palabras atropelladas que sacuden sin compasión la escasa cobija de mi cuerpo. La frágil tormentera de mi espíritu. Palabras vejativas del opresor quien con carcajadas estruendosas se goza del dolor de mi dolor. Presiento que la paliza estacada de las palabras – Negada la probatoria. Que cumpla 15 años más. Que se pudra en la cárcel – pregona a viento y marea el calvario del hermano que no puedo abrazar. Aunque tengo brazos. Que no puedo ver. Aunque tengo ojos. Que no puedo hablarle. Aunque tengo voz. Que no puedo llorar con él. Aunque tengo lagrimas. Que no puedo consolarlo. Aunque tengo corazón.
Es mi hermano Oscar López Rivera. Es mi amigo Oscar López Rivera. Es mi compañero Oscar López Rivera. Su presencia deja de serlo. Las cadenas que arropan su cuerpo constituyen la distancia forzada. Los barrotes que encuadran su pequeño espacio físico constituyen la distancia forzada. Las murallas de granito que lo encierran constituyen la distancia forzada. Pero los viles carceleros no logran la ausencia total. Porque la presencia afectiva nos permanece. Porque la imagen del pensamiento nos permanece. El recuerdo de afectos y cariños nos sostiene a ambos.
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