sábado, 9 de enero de 2010

¡El Altar de la Patria!



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Escrito por Tomás L. Vargas   
Viernes, 08 de Enero de 2010 00:00

Hoy sé que lo poco que he aprendido en los libros no es lo importante, que la zarpa de mi inteligencia apenas ha sido capaz de arañar la corteza de la sabiduría y que lo que en verdad trasciende es lo que me arde en el pecho y acelera mi corazón. Juanmaromo

Hace demasiado frío, carcome mis huesos, empapa la madrugada. Climatológicamente parecida a la anterior. Y la anterior a la anterior. Paso estos días del brazo de un crudo frío de enero en las montañas de Georgia, pinos enhiestos, yerbajos de verde y larga hoja que burlan la baja temperatura, risueños, danzarines. La brisa leve desdibuja figuras de humo de las chimeneas sobre los tejados vecinos. Queda el blanco manto de la nevada de anoche. Las ardillas van de los árboles al suelo, entre el hielo que se torna negrusco y la hojarasca, buscando comida. Y sobre el esqueleto seco de los arbustos las aves estiran sus alas provocando lloviznas de escarcha. El tiempo transcurre y lo aprovecho escribiendo, no regreso hasta dentro de algunas semanas. Y si algo lamento es que no estaré físicamente con mis compañeros del Comité del PIP del Consumo, que celebra su 40 aniversario. Es fecha significativa, la esperanza siempre busca refugio en las venas de gente como ellos. Siempre. Por este comité desfilaron fundadores como don Rafael Soto, don Juan Santiago, don Pedro Godoy, don Artemio Santiago y don Bienvenido Rodríguez. Hacedores de ruta. Hombres verticales, de lucha sin descanso, recios. Toda una vida de madrugadas y trabajo, de cara al viento. Gente del campo, de callos en las manos y piel tostada al sol que jamás le aceptaron migajas a la naturaleza. Con Bienve (Bienvenido Rodríguez), hombre enjuto, de pelo negro lacio y amabilidad desbordante, que trabajó con los ingenieros independentistas, Armengol Iglesias y Henry Gronau, compartí una bella amistad, largos ratos de conversación, café en el patio de su hogar, vueltas por la siembra, reuniones con su gente de Bateyes y el trabajo en el Consumo. Y es justo mencionar a los que han estado desde entonces: Toño, en primer lugar (juez de valla por treinta y ocho años, apicultor, electricista, plomero, constructor, patriota)…, Rosaura Rodríguez (presidenta del Comité por más de treinta años y una de esos hermanos que me ha brindado la vida), Franqui  Bartolomei, Jacobo Pesante (jubilado de la telefónica), Ana Pesante, Magali Mercado, José Pérez, Arsenio Pérez, Frank  Pérez y Luis  Rodríguez. Y el actual presidente, Orlando Ruiz. Y otros que han pasado y dejado su huella, imposible mencionarlos a todos. Los que hemos tenido la dicha de conocerlos y sentirnos sus compañeros sabemos de su valía y probidad. Fácil de constatar en su cosecha electoral, en la ternura y familiaridad de los más pequeños, en la palabra sabia de sus viejos, en el ímpetu rebelde de sus jóvenes, en la rabia contenida de quien ha estado a un paso del desmayo… ¡y persevera! Y en la madurez política de su dirigencia… En su potencia germinativa. ¡Van cuarenta años!

¿Recuerdas Rosaura aquel tiempo? Aprendíamos de la política la misma lección. Si no recuerdo mal, todo cabía entre los horizontes de un pañuelo. Imagino todavía a la joven profesora del Recinto de Mayagüez del brazo de Franqui, el ingeniero. Recién graduados ambos. Figuraba entonces, al decir de los poetas, al mediodía un sol con ojos en mitad del cielo. Aspirábamos a sacudir la conciencia del electorado dónde fuera, de forma amplia, simultáneamente: el movimiento sindical, los trabajadores no organizados, en el campo, la ciudad, la juventud (estudiantil, universitaria, desempleada o trabajadora), los marginados, los de abajo, el desalambrar y rescatar, los pininos en pro de las luchas ambientales, la reivindicación de los derechos de la mujer, lo relativo a lo cultural, los artistas, la "élite" intelectual; lo que demandaba el agrupar militantes políticos en cada unos de esos sectores, de ahí el nacimiento de las células como elemento fundamental de la organización. Y llegué al Consumo, foco de resistencia, desde tiempos de la Guerra Hispanoamericana (Batalla en Los Consumos entre la milicia española y soldados norteamericanos de la Brigada Schwan), que tenía lecciones que brindarme y trabajo por hacer. Por aquellos años comenzaba yo como organizador de área del Partido Independentista Puertorriqueño.

Años antes, en la segunda mitad de la década del sesenta, ya Antonio (Toño) Bartolomei reunía allí un grupo que se preguntaba: ¿Qué hacer? para intentar la realización de su ideal independentista. Es de las familias Bartolomei (eran los dueños de los terrenos de la antigua Hacienda San José), Rodríguez (Julia, Franco), Pesante (Jacobito), y quizá alguna otra que se me escapa, que van surgiendo los militantes del sector. De ahí el origen de este relato. Una historia conocida por la militancia política de barrios y sectores mayagüezanos: la Quinta, Río Cañas, Bateyes, Quemado, el Limón, Malezas… Y la de Maricao y Las Marías. Porque fue, es y será digna de emular quiero compartirla hoy con ustedes.

Al comienzo de la década del setenta, Armengol Iglesias, entonces presidente del Comité del PIP en Mayagüez, se entera por voz de un joven de apellido Martínez sobre las reuniones del grupo dirigido por Toño Bartolomei. Visitó el Consumo acompañado, entre otros, por Frank Pérez y Frank Canabal, miembros de la directiva municipal del partido. Y luego de varías reuniones se organizó allí una Célula. Componían la dirección del grupo: Toño (en la presidencia), Franqui Bartolomei, Rosaura Rodríguez, Luis (Güito) Rodríguez, Jacobo Pesante, Fruto Bonilla y Franco Rodríguez. Así van sucediendo las cosas. Pasado algún tiempo, fruto del arduo trabajo, de la célula surgió el Comité del Consumo. Es Toño quien propone la construcción de una estructura física sede, había semanas que la asistencia a las reuniones pasaba ya del medio centenar de personas. Todos se animaron ante la idea y unánimemente la defendieron con bríos. Don Rafael Soto, Toño y Bienve, comenzaron de inmediato la construcción de lo que se transformaría en El Altar de la Patria. Se unieron al trabajo los ya militantes: Güito, Jacobo, Franqui, Luis, Tito, sus hermanos, y militantes de otros barrios y comités. Trabajo voluntario. Unos en las tardes. Otros los fines de semana. El dinero para la construcción se obtenía de las más diversas actividades: la venta de pasteles, rifas, colectas, pasadías, bailes, cuotas…, el Maratón Urayoán y el Festival Eugenio María de Hostos que se inició en el Consumo y se movió luego a las parcelas San Carlos, en el barrio Río Cañas, cuna del prócer.

En un país frustrado en lo esencial político, el trabajo constante de los militantes del Consumo pone de manifiesto su verdad. Es propuesta viva, una patada argumental a las excusas. Hoy El Altar de la Patria es, además de sede del Comité del PIP del Consumo, casa de todos en el sector y barrios aledaños. Ha servido de escuela, de iglesia, salón de actividades, tutorías y reuniones. Aquel proyecto de lucha de unos visionarios adquirió dimensión intemporal. Condiciones sociológicas, consideraciones políticas o bien su mirada política de la realidad, de episodios concretos, ha logrado crear espacios de solidaridad…, y al hacer suyas las necesidades y esperanzas del sector, sus acciones convocan, integran, invitan. El Altar de la Patria, un apartado lugar en el campo mayagüezano esconde el retrato vivo de la resurrección de viejas utopías.

¡Gracias compañeros! Por ser refugio de lo mejor del independentismo puertorriqueño, por custodiar en sus venas sangre de esperanzas libertarias. Por saberme su hermano, siempre.


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