Carlos Mondríguez Torres*
Durante los últimos años, particularmente tras el asesinato de Filiberto Ojeda Ríos, un nuevo despertar de nuestra conciencia nacional ha llevado al cuestionamiento masivo de las instituciones del imperio en Puerto Rico. El FBI, la fiscalía federal y el tribunal federal, ya no son vistos como ejemplo de eficiencia sino como lo que son, instituciones represivas. Tan masivo es su rechazo, que hasta los colonialistas de siempre, para obtener el favor del electorado, se han atrevido a cuestionar las actuaciones de algunos funcionarios de esas estructuras del poder de Estados Unidos en Puerto Rico.
Como era de esperarse, el imperio se incomoda. Toma tales iniciativas como ofensas de marca mayor, ya que provienen de sus colaboradores de siempre. Investigan, acusan y procesan en su tribunal al Gobernador que siempre los apoyó. Ante su arresto, Aníbal (Acevedo Vilá) promete dar la batalla y, de paso, reta a los funcionarios del FBI y de la fiscalía federal, no al imperio. A primera vista parece que presenciamos un acto de valentía y arrojo que dota a éste y a otros colonialistas, del espíritu vertebrado del cual siempre han carecido. Pero de un análisis a fondo de las demandas, pronunciamientos, reclamos investigativos y conferencias de prensa, salta a relucir, que ni siquiera se cuestionan la presencia de esas instituciones en Puerto Rico.
El problema del FBI, la fiscalía federal y el tribunal federal en Puerto Rico no es sólo que algunos de sus funcionarios han incurrido en conducta deleznable. Eso es evidente. El problema es que están aquí. La colonia los posibilita. La situación sirve para desenmascarar al ELA como la farsa que prometió mayores poderes para el pueblo, cuando lo evidente es que cada día tenemos menos poderes. Ahora hasta el precio de la leche se controla en el tribunal federal.
Revivido en el PPD el debate de mediados de los años 40 sobre el tema del estatus, la colectividad se divide, de cara a unas elecciones, entre: (1) los que quieren reclamar de Estados Unidos mayores poderes soberanos y un proceso de asamblea constitucional de estatus para definirlos, (2) aquellos que alegan que nuestra situación colonial se resolvió en 1952, y (3) los que piensan que todo paso hacia mayores poderes soberanos pone en riesgo sus posibilidades de triunfo electoral, trátese de la gobernación, un escaño legislativo o una alcaldía.
Para salir de su difícil trance, el estratega de la Fortaleza se comprometió con los primeros. Aseguró así la candidatura a la gobernación, tan necesaria para su defensa en el proceso judicial, y aplacó momentáneamente las presiones que contra él venían incrementándose en su colectividad. Al día siguiente dijo que la soberanía a la que aludió en su mensaje es con la intervención de los federales, emulando a Tous Soto y Antonio R. Barceló, quienes en el 1924 dijeron que la Alianza buscaría la soberanía dentro de la soberanía de los Estados Unidos. Eso, lejos de ser visto como un espacio para adelantar la independencia, fue lo que llevó a Pedro Albizu Campos a renunciar al Partido Unión.
En medio de un proceso electoral es muy poco probable que el reclamo de "soberanía" de algunos líderes del PPD y de parte de la base de esa colectividad se defina. La posibilidad de que se defina luego de las elecciones es igualmente remota. Si ganan, dirán que no es necesario definirse pues la fórmula de indefinición resultó exitosa una vez más. Si pierden, tampoco se definirán pues la derrota será atribuida al pujo seudo soberano. No olvidemos que se trata de un partido que desde 1945 ha vivido de la indefinición ("El ELA es lo que es.") y de "lo mejor de dos mundos". No debe sorprendernos que en el programa electoral encomendado a "Willie" (Miranda Marín) a la postre se armonice la "soberanía" con las dos banderas, la unión permanente, los fondos federales, las primarias presidenciales y un tímido ruego al Congreso de EUA para que limite, aunque sea un poquito, la jurisdicción del tribunal federal. Para verlo, sólo hay que esperar al mes de julio.
Como todo análisis del estratega de la Fortaleza se centra en los objetivos y resultados electorales, no pasará por alto el temor que ha desatado la estrategia de "soberanía" en algunos líderes del PPD, de perder el voto de sus electores más conservadores. Conforme nos acerquemos a noviembre de 2008, ello llevará irremediablemente a la reducción del reclamo de "soberanía" a sus formulaciones más simples. Siempre como estrategia, nunca como principio. A ello contribuirá la campaña de miedo que desatará el PNP para convencer al electorado de que un voto por Aníbal y el PPD será un voto por la independencia que, según ellos, representará la pérdida de ayudas y beneficios federales. Sólo los más viejos y los estudiosos de nuestra historia recordarán que ese fue el mismo discurso usado por Muñoz y el PPD contra el PIP y Gilberto Concepción de Gracia en las campañas electorales de 1948 a 1964. El análisis, que entonces como ahora, era uno de estrategia y no de principios, contribuyó al crecimiento del estadoísmo en Puerto Rico y a sus eventuales triunfos.
El planteamiento de soberanía con dos banderas resulta en una estrategia más, dirigida a desviar la atención de una administración desastrosa y convertir al estatus en el issue principal de campaña con el fin de ganar las elecciones con los votos del independentismo dentro y fuera del PIP. Suena bien para el PPD. Para el independentismo no pasa de ser un reclamo eunuco de soberanía. Es indigno. El independentismo sólo puede considerarlo como anatema, es decir, como una condena a su exterminio a cambio de engrosar las filas de un movimiento colonialista que sólo ha tenido razón de ser para el imperio, y ahora lucha por sobrevivir.
De todos modos, la mesa está servida. El estratega de Fortaleza, cual flautista de Hamelín, ha invitado a los débiles de espíritu a su estratégico banquete. Lo que no les dice es que ellos son la cena.
* El autor es Ex - Presidente del Colegio de Abogados de Puerto Rico.