sábado, 2 de julio de 2011

Con audacia y esperanza


 

Con audacia y esperanza

CARLOS IVÁN GORRÍN PERALTA

El autor es profesor de Derecho Constitucional en la Universidad Interamericana de Puerto Rico 

Con la consigna de "la audacia de la esperanza" Barack Obama prometió un nuevo tipo de política que se apoyaría en los valores fundacionales de Estados Unidos y se alejaría de los momentos vergonzosos de su historia. Quienes tenían esperanza debían ser audaces. Después que lo eligieron presidente se le acabó la audacia y muchos han perdido la esperanza. Las promesas incumplidas han resultado en un bajo índice de aprobación según las encuestas. 

Para lograr apoyo hispano para la reelección y recaudar un millón de dólares, Obama vino a Puerto Rico. Antes de asumir la presidencia, había enviado una carta para que se leyera en la inauguración de Luis Fortuño. Se comprometió a resolver el problema del status de Puerto Rico en cuatro años. 

Sin embargo, Obama ha aprendido cabalmente el libreto de los presidentes anteriores para manejar las relaciones con Puerto Rico. El reciente informe de Casa Blanca reitera que Puerto Rico es un territorio no incorporado. Como tantos otros, Obama dice que si Puerto Rico pide un cambio, él laborará con el Congreso para hacerlo realidad. Es decir, nosotros tenemos la obligación de proponer un cambio. Si no, continúa el régimen territorial imperante. 

El colonialismo es ilegal. El pueblo tiene derecho a la autodeterminación. Esto significa que debe tener la oportunidad de decidir entre alternativas no coloniales, y que la potencia imperial tiene la obligación afirmativa de promover la autodeterminación. No pueden quedarse Obama y el Congreso cruzados de brazos porque violan las normas jurídicas que deben respetar.

La culminación mediática de la visita de Obama consistió de una medianoche que se comió con el presidente del PPD, portavoz actual del colonialismo por consentimiento. 

Debería darle vergüenza su evidente comodidad con el colonialismo y su promotor de turno en Puerto Rico. No hay cambio, ni audacia ni esperanza por parte de ninguno de los dos.

Sólo aclaró un asunto. El informe de su administración dice que cuando el pueblo envíe un "mensaje claro" el presidente colaborará con el Congreso para responder. 

Ahora dice que eso equivale a un "resultado electoral significativo". El presidente sabe que ninguna de las opciones de status tiene una clara mayoría. Si no hay mensaje claro, todo se queda igual, es decir, se perpetúa el colonialismo.

La gran mayoría del país reclama un cambio. Los independentistas reclamamos la plena soberanía. Los estadistas querrían solicitar la soberanía compartida en la estadidad. Unos estadolibristas aspiran a un ELA soberano y aquéllos que no se conforman con cambios cosméticos a la relación colonial, también compartirían la soberanía mediante un pacto de libre asociación. 

La respuesta del presidente es una bofetada para todos. Si ninguna opción logra una clara y significativa mayoría, nos quedamos igual, aunque la inmensa mayoría repudie el colonialismo y quiera un cambio.

Ante la posición colonialista del presidente, el pueblo se puede unir en reclamo de cambio y en repudio a la pretensión de Estados Unidos de seguir ejerciendo sus poderes bajo la cláusula territorial. 

Se acerca la celebración de un plebiscito en el que, a propuesta del Partido Independentista Puertorriqueño, cada elector primero tendrá la oportunidad de reclamar un cambio en la relación y luego, en la misma papeleta, podrá expresar su preferencia entre alternativas no coloniales y no territoriales. 

Una votación masiva contra la perpetuación del actual régimen territorial revelará la colonia en toda su desnudez, sin el velo supuestamente legitimador del consentimiento del pueblo. Obligará a Estados Unidos a enfrentar el problema. 

Ése será el "mensaje claro" que no se espera el presidente.

Necesitamos canalizar lo que tenemos en común: nuestra aspiración a un régimen no territorial y nuestro repudio al colonialismo. 

Hay sólo tres razones para no querer que se celebre esta votación: que uno sea colonialista, haya perdido la esperanza o tenga miedo. 

Retomemos la esperanza y votemos con audacia por la descolonización. Así ganaremos todos.











 

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