Por Carlos A. Frontera Santana
Abogado y Economista
4 de agosto de 2008
Desde los albores del movimiento independentista, a mediados del siglo XIX, hasta el día de hoy, los independentistas hemos tenido que lidiar con la propaganda de miedo que los representantes de las potencias coloniales – ayer España y hoy los Estados Unidos – han sembrado en nuestro pueblo utilizando los medios de publicidad y propaganda que ellos controlan. En tiempos de España, mediante la persecución de la prensa independiente; bajo los Estados Unidos, mediante el control de los medios de comunicación por empresas ligadas a los intereses del gobierno de Estados Unidos en Puerto Rico.
La propaganda anti-independentista se puede dividir en dos categorías: los miedos de tipo económico y los miedos de tipo político.
Los miedos de tipo económico son fundamentalmente cuatro:
1. Que con la independencia perderíamos los millones que recibimos del Gobierno Federal sin los cuales colapsaría la economía de Puerto Rico.
2. Que con la independencia se cerraría el acceso al mercado norteamericano y como consecuencia de ello colapsaría nuestra industria.
3. Que con la independencia se carecería de capital de inversión.
4. Que Puerto Rico es pequeño y carece de recursos naturales.
Con relación al primer argumento debemos señalar que no todo lo que se recibe del Gobierno Federal es una transferencia unilateral. Los pagos por concepto de Seguro Social y pensiones y ayudas a veteranos son resultados de contratos entre individuos y el Gobierno Federal que conllevan una contraprestación – las aportaciones de patronos y empleados y el cumplimiento del servicio militar. La cantidad de esas ayudas que se reciben en Puerto Rico no dependen de las relaciones políticas entre Puerto Rico y Estados Unidos sino del balance demográfico entre personas que están empleadas en Puerto Rico y los pensionados que deciden residir en Puerto Rico aunque hubieran trabajado en Estados Unidos. En el caso de las ayudas a veteranos depende de la decisión voluntaria de éstos de residir en Puerto Rico en lugar de cualquiera otra parte en el mundo.
Por otro lado, con la independencia el desempleo puede reducirse significativamente pues se posibilitarían mayores fuentes de empleo con las posibilidades de mayores mercados para nuestros productos de exportación y mediante la sustitución de importaciones. La mayor inversión y empleo que serían posibles con la independencia, aumentaría la capacidad fiscal del gobierno de Puerto Rico y las ayudas del PAN y WIC que fueran necesarias entonces podrían ser sustituidas con fondos generados localmente. Es bueno recordar que ese tipo de dependencia es la que también aleja las posibilidades de que el Congreso de Estados Unidos considere favorablemente una solicitud de admisión como estado federado.
El argumento del cierre del mercado norteamericano a nuestros productos de exportación es hoy totalmente falso habida cuenta de los tratados de NAFTA y CAFTA que permiten a varios países independientes el libre acceso al mercado norteamericano. Puerto Rico podría integrarse además a otras zonas de comercio como MERCOSUR o la Comunidad de Estados del Este del Caribe.
El tercer argumento también es falaz. La economía de Puerto Rico actualmente permite que corporaciones e individuos adquieran billones en activos financieros. Desgraciadamente las limitaciones a la inversión en capital real que impone la camisa de fuerza de las relaciones federales canalizan los recursos así invertidos al financiamiento del consumo o hacia la inversión externa. La oportunidad de ampliar el comercio exterior y de sustituir importaciones que ofrece la independencia unido a un esfuerzo del gobierno en la promoción empresarial permitirían canalizar esos recursos - que ya existen – hacia inversión productiva en la creación de empleos.
Además con la independencia es posible efectuar tratados de reciprocidad contributiva con otras naciones desarrolladas – además de Estados Unidos – que facilitaría la inversión procedente de esos países hacia Puerto Rico. Eso lo trató de hacer el gobernador Hernández Colón con el Japón y le fue impedido por el Departamento de Estado de Estados Unidos.
Finalmente el argumento de la pequeñez se estrella con la realidad constatada por el Banco Mundial de que los diez estados nacionales más pequeños – y en su mayoría superpoblados – tienen un producto bruto por persona en promedio superior al de los diez países más grandes en territorio y recursos naturales.
Los miedos de tipo político se resumen en dos:
1. No tenemos la capacidad para gobernarnos a nosotros mismos.
2. Somos un pueblo violento.
Ambos argumentos se nutren del complejo de inferioridad. Por alguna razón hemos creído la falacia de que no tenemos las mismas destrezas que los norteamericanos y aunque en el mundo hay decenas de ejemplos de países independientes que podemos imitar, los únicos modelos disponibles son el de Estados Unidos o el de las "dictaduras" latinoamericanas. Pensamos que no somos tan buenos como los americanos para administrar una república independiente pero con esa deficiencia "esperamos"que el Congreso de Estados Unidos nos admita como estado.
De otra parte, es un hecho que la mayoría de esas "dictaduras latino-americanas" lo han sido como consecuencia de intervenciones indebidas de los Estados Unidos y fueron países – como Haití y la República Dominicana – que durante el siglo XIX recibieron a exilados puertorriqueños. Los que esgrimen ese argumento consideran además que nos parecemos más a los haitianos y dominicanos que a los costarricenses, cuyo nivel de vida y de cultura política es más parecido al de Puerto Rico. Y la realidad al 2008 es que mientras la economía de Puerto Rico está estancada, la economía de la mayoría de los países latino-americanos – incluyendo a Haití – está creciendo a un ritmo mayor.
Finalmente se nos dice que somos un pueblo demasiado violento para ser independiente mientras que se alega al mismo tiempo que hemos rechazado la revolución y la independencia porque no somos violentos; ¿ en qué quedamos?
La realidad es que la dependencia y la desigualdad, unidos al complejo de inferioridad, fomentan la marginación y la violencia individual bajo la colonia; y el sistema policiaco colonial ha sido incapaz de lidiar con estas raíces del crimen.
La gran paradoja es que esa visión negativa sobre la capacidad nuestra para gobernar una república pacífica y próspera es la que impide que el Congreso de Estados Unidos considere favorablemente una petición de estadidad para Puerto Rico. Y las agencias del Gobierno Federal – como el FBI – que proyectan la incapacidad nuestra para gobernarnos sólo pretenden es justificar el ordenamiento colonial vigente y la necesidad de su continua presencia. Para esas agencias federales cualquier forma de soberanía es imposible, pero la estadidad también, al menos hasta el día en que cese la identidad nacional. El Estado Libre Asociado sólo se justifica como medio para la destrucción de esa identidad nacional puertorriqueña.
* Reeditado y actualizado tomando como base una conferencia de Rubén Berríos Martínez, Presidente del PIP, dictada a la Juventud de su partido en 1981. Ver http://www.independencia.net/topicos/f_miedos_independencia.html
Edwin Irizarry Mora - Gobernador
www.irizarrymoragobernador.com