domingo, 19 de abril de 2009

En homenaje al presidente Raúl Alfonsín




El Nuevo Día
18-Abril-2009 | RUBÉN BERRÍOS MARTÍNEZ

PRESIDENTE PIP

En homenaje al presidente Raúl Alfonsín

Cuando Hipólito Solari Irigoyen tomó la palabra para despedir a su amigo en el Cementerio de La Recoleta, en Buenos Aires, tuve que aceptar que ya no tendríamos a don Raúl Alfonsín entre nosotros.

A principios de los años setenta recibí en el Senado una carta de un desconocido. Captó mi atención su segundo apellido, el del histórico caudillo argentino, Irigoyen. Me informaba de una resolución del Senado de la Argentina a favor de la independencia de Puerto Rico. Pocos años después Hipólito pasó por Puerto Rico. Venía con el cabello blanqueado por las cárceles de la dictadura. Lo recuerdo narrándome la conversación de dos militares en un cuarto contiguo al suyo en el centro de detención: "si le hubiéramos hecho al tío lo que le vamos a hacer a este aquí no habría problemas".

A través de Hipólito conocí a don Raúl, en quien él cifraba sus esperanzas. Del martirio de miles surgió la democracia argentina con la elección del presidente Alfonsín en el 1983. Se quedó corto el diario español al llamarlo "autor del Nuremburg argentino". En Nuremburg, el juicio se llevó a cabo con el ejército alemán aniquilado y los líderes nazis encarcelados; en Argentina, con las fuerzas armadas intactas y los golpistas al acecho. Lo dijo don Raúl, "es fácil pegarle al león cuando está en la jaula"; nunca antes semejante ejemplo, ni después.

Don Raúl, fue además un prohombre latinoamericano. Sanó heridas históricas con Chile mediante el acuerdo limítrofe; abrió las puertas al Mercosur hermanándonos con Brasil; enfrentó a los Estados Unidos en Centroamérica y, en su última gran gestión latinoamericanista, se convirtió en abanderado de nuestra independencia.

En el 1998, al cumplirse 100 años de la invasión norteamericana, nos envió con Hipólito un discurso magistral. En el 2006 participó en el Congreso por la Independencia de Puerto Rico celebrado en Panamá junto a representantes de 33 de los más importantes partidos latinoamericanos. Poco después, como portavoz del Comité de Trabajo del Congreso, defendió nuestro ideal conmovido e inspirado ante el Comité de Descolonización. Para él, demócrata por antonomasia, la colonia era por definición la negación de la democracia con la que "no sólo se vota. Se come, se educa, se cura".

Lo recuerdo en la intimidad, en su piso en la Avenida Santa Fe, llamando a líderes latinoamericanos para impulsar nuestra causa; instruyéndome sobre la importancia de los partidos para la democracia, "lo otro son aventuras"; presentándome ante cientos de líderes radicales en los Carritos de la costanera bonaerense. Y lo recuerdo de pie, por horas, frente a la Catedral de San Patricio, junto a sus hijos, jubiloso ante el interminable mar de banderas puertorriqueñas flotando solas en la parada puertorriqueña de Nueva York. Me dijo, con optimismo y ternura: "Nadie puede contra esto, Rubén querido, tu patria será libre algún día".

Al preguntarle a Hipólito cómo surgió la idea de su resolución senatorial, me contestó que en sus años de estudiante un profesor le enseñó que Don Pedro Albizu Campos era el último libertador de América. Don Raúl, siempre valiente, retomó ese legado. Sabía que América Latina no será verdaderamente libre hasta que Puerto Rico lo sea.

No perdono al tiempo y la distancia por impedirme acompañarlo en su último adiós. Una mujer anónima habló por la multitud que pudo estar con él: "No nos da el tiempo de la vida para agradecerle, a lo mejor muere para nacer". Ya lo dijo el poeta, "las cosas están echadas, mas de pronto se levantan y en procesión alumbrada se entran cantando en el alma".

Ya no será La Recoleta sólo lugar para honrar a los grandes argentinos. Será también santuario donde los puertorriqueños que por allí pasen puedan rendirle homenaje de cariño y gratitud al amigo, al presidente Raúl Alfonsín.

http://www.elnuevodia.com/columna/558334/

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