viernes, 19 de septiembre de 2008

Mi voto es para Edwin





Mi voto es para Edwin
Opinión libre
Carmen E. Ortiz Abréu*/Especial para Claridad  18-24 septiembre, 2008  

Tal parece que en este país hay más cosas al revés de las que uno piensa. El otro día, un compañero independentista de toda la vida puso cara de espanto cuando se enteró de que voy a votar por el candidato del Partido Independentista Puertorriqueño (PIP), Edwin Irizarry Mora, en estas próximas elecciones. "Yo creía que tú habías superado al PIP", me dijo con un tono de desdén, como si votar independentista fuera una etapa primitiva en nuestro desarrollo político, la cual hay que superar para evolucionar hacia un nivel superior. Yo, a quien nada "me asusta ni me espanta", le di una respuesta sencilla. "Considero que, ante las elecciones, los independentistas tenemos sólo dos opciones: la abstención electoral o votar por el único candidato que apoya la independencia para Puerto Rico. ¿No te parece lógico?", le dije. Esto terminó nuestra conversación ese día, pero ciertamente no agota el tema que cada cuatro años, desde hace más de dos décadas, ocupa el espacio del debate preelectoral entre los independentistas puertorriqueños.

Desde los tiempos del "Gobierno araña que todo lo daña"-cuando un grupo de independentistas llamó a votar para derrotar a Carlos Romero Barceló en las elecciones de 1980, como castigo por los asesinatos del Cerro Maravilla- cada período electoral surgen llamados nuevos, tanto desde fuera como desde dentro del independentismo, para que los independentistas les prestemos nuestros votos, principalmente a los candidatos del Partido Popular. Según las circunstancias, esos llamados han tenido distintos objetivos y énfasis. Que si abrir camino a posibles alianzas entre independentistas y autonomistas para resolver el dilema del estatus político. Que si detener la estadidad. Que si castigar la corrupción. Lo cierto es que, luego de tantos votos prestados, las tales alianzas no han ocurrido y el asunto del estatus político sigue sin avanzar; la cantidad de anexionistas continúa en aumento y la corrupción gubernamental está tan generalizada que ya la gente ni caso le hace. Sin embargo, elección tras elección, los independentistas hemos seguido prestando el voto a otros partidos y debilitando la única franquicia con que contamos para expresar electoralmente nuestra voluntad. En otras palabras, cada elección demostramos ser numéricamente menos de los que verdaderamente somos.

El más reciente argumento contra votar por el PIP es el que más me confunde. Se afirma que dicho partido se ha convertido en un estorbo para la independencia y que lo mejor es que desaparezca del panorama político puertorriqueño. ¿Cómo es que la desaparición del PIP beneficia a la independencia? ¿Cómo es que liquidar la franquicia electoral independentista nos fortalece? Honestamente, no lo entiendo. Considero una proposición muy riesgosa el planteamiento de contribuir a liquidarla para sustituirla por una organización nueva que ni siquiera existe. A pesar del trabajo incansable y del sacrificio personal y patriótico de tantos excelentes compañeros y compañeras del Movimiento Independentista Nacional Hostosiano (MINH) y otras organizaciones, lo cierto es que han pasado casi veinte años desde que el Partido Socialista Puertorriqueño (PSP) desapareció de nuestro panorama político y aún no hemos podido cuajar otra organización independentista de masas que alcance su capacidad organizativa ni su influencia hacia otros sectores de nuestro país. Esto prueba lo difícil que es, en nuestras circunstancias, levantar, sostener y hacer crecer un proyecto independentista. Si el PIP se liquidara, y aun en el caso de que todo marchara a nuestro favor, ¿cuántas décadas más tendríamos que esperar para contar con la organización y el liderato independentista ideales que nos lleven al triunfo? ¿Acaso no sería mejor intentar ahora, con los instrumentos imperfectos que tenemos, dejar de ser tan severos y cerrados hacia nosotros mismos y procurar ser más flexibles, razonables y abiertos al diálogo, tal como lo somos con nuestros adversarios? Otras figuras políticas, igualmente formidables, lo hacen todo el tiempo aquí y en otros lugares, en aras de alcanzar objetivos mayores. ¿Por qué, entonces, nosotros no podemos hacerlo?

Cierto es que algunas acciones y actitudes del liderato del PIP hacia otros sectores del independentismo atentan contra el logro de un mejor entendimiento. Una y otra vez, han desperdiciado las oportunidades de acercarse de buena fe a los independentistas no afiliados a su partido. Parecen vivir abroquelados en un espacio en el que solamente caben ellos. Además, su apariencia de superioridad moral y los repetidos regaños públicos a los independentistas que no pensamos totalmente como ellos, han tenido un efecto negativo sobre su imagen ante muchos sectores del pueblo puertorriqueño. Esto lo aprovechan los enemigos de la independencia para seguir ahondando nuestras diferencias.

Considero que parte de la razón para la pérdida de atractivo electoral es que el PIP ha fallado en hacer de la educación independentista su prioridad. Esto, en buena medida por su convicción, que no comparto, de que la independencia de Puerto Rico será el resultado de un acto de rechazo a la estadidad por parte del Congreso y el Presidente de Estados Unidos. Es difícil convencer de tal postura a los muchos que le asignamos un papel decisivo a la movilización del pueblo puertorriqueño para la solución de nuestro futuro político. También es difícil abordar con ese mensaje a los muchos que, dentro del espectro político de nuestro país, sentimos mayor afinidad hacia los autonomistas que hacia los anexionistas.

Creo que hablo por muchos independentistas cuando digo que, si el Partido Independentista no va a ganar las elecciones, prefiero que las gane el Partido Popular. Con ellos, es más fácil entenderse. Con el Partido Nuevo Progresista no, porque tan pronto llega al poder, nos empuja a la trágala su agenda anexionista y nos impone su estilo estridente, extremo e intolerante de gobernar. No obstante, considero que le corresponde a los populares buscarse sus votos entre los estadolibristas, autonomistas y otros sectores flotantes, y que la función de los independentistas que participamos del proceso electoral es usar el voto para garantizar la mayor demostración posible de nuestra fuerza.

Porque creo que es bueno para la lucha de independencia contar con una franquicia electoral fuerte, mi voto será uno de afirmación y orgullo independentista. Votaré por Edwin Irizarry Mora, un candidato fresco, patriota, con excelentes ideas y mejor cualificado que ninguno de los demás para emprender la tarea de poner a Puerto Rico sobre sus pies y encaminarlo hacia su independencia.

* La autora es comunicadora profesional y miembro de la Junta Directiva de Claridad.