La crisis se pudo haber evitado
E DW I N I R I ZA R RY M O RA CANDIDATO A GO B E R N A D O R POR EL PIP | | Hace por lo menos treinta años que los expertos en asuntos energéticos habían advertido que la dependencia en combustibles fósiles llevaría a Puerto Rico a una crisis energética fuera de nuestro control. Para aquellos que piensen que el asunto tiene que ver solamente con el precio y los abastos del petróleo a nivel internacional, lamento informarles que se e q u i vo c a n .
Desde que las distintas administraciones de la Autoridad de Energía Eléctrica (AEE) determinaron usurparle a la antigua Oficina de Energía (hoy Administración de Asuntos de Energía) la función de diseñar la política energética del País, se cerraron las posibilidades de poner en marcha un proceso de planificación de recursos energéticos que respondiera a la realidad física y ambiental del archipiélago puertorriqueñ o. Con sus decisiones más recientes la AEE nos ha condenado casi a perpetuidad a depender del petróleo, del carbón y del gas natural.
El gobernador Acevedo Vilá ha anunciado con bombos y platillos que para el año 2017 la producción de energía eléctrica se distribuirá de la manera siguiente: 32% a base de petróleo, 33% a base de carbón y 33% a base de gas natural. Es decir, al igual que al presente, el escenario para los próximos diez años será de absoluta dependencia en combustibles importados: 99% hoy y 98% en el 2017. Adviértase que Puerto Rico ni controla ni tiene nada que decir o aportar respecto a los precios o la disponibilidad en el mercado internacional de ninguna de estas fuentes. ¿Por qué la obstinación de la AEE en condenar al País a un futuro energético tan incierto? ¿Por qué la AEE nunca ha escuchado las recomendaciones de los expertos y no ha iniciado una verdadera diversificación de la producción de energía eléctrica como ocurre al presente en decenas de países? He aquí las respuestas que ofrece la agencia a estas interrogantes. El discurso tradicional de la AEE ha sido que la "d i ve r s i f i c a c i ó n " consiste en reducir la dependencia en el petróleo e introducir el carbón y el gas natural. Además del pequeño detalle de que ambos combustibles son, al igual que el petróleo, importados, la gerencia de la AEE no le dice a nuestro pueblo que el precio del gas natural está en ascenso vertiginoso porque su tendencia es similar a la del petróleo. En otras palabras, la construcción de los gasoductos condenará a Puerto Rico a depender de un combustible cuyo precio está aumentando en el mercado global y sobre el que no se descarta que se forme un cartel de países exportadores, similar al de la OPEP en el caso del crudo. Tampoco le dice la AEE a la ciudadanía que el carbón es el combustible más sucio y contaminante del planeta, y que ha sido rechazado por muchas comunidades alrededor del mundo, incluyendo Mayagüez a principios de la década de 1990. Peor aún, la AEE ha pretendido despachar los estudios más serios sobre el potencial de las fuentes renovables, arguyendo que "esas tecnologías no están disponibles comercialmente". Tal argumento queda en descrédito cada vez que nos enteramos que en países con menos recursos energéticos que los que tiene Puerto Rico -sol, viento, energía de las mareas y de los océanos, entre otras- esas fuentes ocupan un porcentaje creciente del total de energía eléctrica que se genera. De hecho, en el 2017, cuando el escenario que nos ofrece la AEE es de continuar con 98% de dependencia en combustibles fósiles, una gran cantidad de países estarán generando entre 10% y 40% de su energía eléctrica a través de fuentes limpias, gratuitas y permanentes. La crisis actual, que pagamos hoy día los consumidores, la industria y el comercio, se pudo haber evitado. No cabe duda de que en Puerto Rico ha hecho falta voluntad y visión de futuro a la hora de enfrentar nuestro eterno problema energético. No hay excusas para impulsar e implantar propuestas sensatas. Sobre este tema abundaré en mi próximo artículo.
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