Perla por descubrir
En el oeste de Puerto Rico existe un hotel cuyo ambiente, lujo y oferta gastronómica son propios de un paraíso.
Por Gloria Ruiz Kuilan / enviada especial
Cual si fuera una perla en su concha, en el oeste de Puerto Rico existe un hotel cuyo ambiente, lujo y oferta gastronómica son propios de un paraíso.
El ir y venir de las olas del mar es lo único con derecho a interrumpir el sosegado ambiente. Y, como si esto fuera poco, la gastronomía francesa con toque caribeño coexiste en total complicidad.
¿Demasiado cierto para ser verdad? Creálo... este lugar ubica en suelo borincano.
En el pueblo de Rincón, en una discreta área está el hotel The Horned Dorset Primavera, una hostería de corte europeo que se distingue por su servicio, exquisita comida y plácido ambiente. Pertenece a la prestigiosa cadena de hoteles Relais & Châteaux.
Si usted va
Cómo llegar
Al concluir el expreso 22, a la altura de Hatillo, tome la carretera #2 hasta encontrar la 115. Luego la 429 que conduce directamente al hotel.
Tarifas
Durante la temporada baja (1 de abril al 14 de diciembre) los costos van desde $260 a $800. En temporada alta (del 15 de diciembre al 1 de abril) desde $1,050.
Los precios están sujetos a cambio, por lo que debe llamar. No incluye el 9% por servicio y 9% de impuesto.
Teléfono: 1-800-633-1857
Más información: www.horneddorset.com
A partir de octubre el hotel contará con un helipuerto, según uno de sus propietarios y administrador, Wilhelm Sack.
Uno de sus grandes atributos es su ubicación porque regala preciosos atardeceres que sólo ofrece el oeste de nuestra Isla. Pasadas las 6:00 p.m. el cielo se torna naranja, mientras las nubes le sirven de escondite al sol.
La paz y tranquilidad que se respiran en cada rincón del hotel complementan el espectacular cuadro. Es el espacio ideal para huéspedes exigentes que anhelan privacidad y atención mega especial.
No en balde, desde el 2002 hasta el 2007 fue reconocido por la revista ‘Condé Nast Traveler’ como uno de los mejores en el Caribe, al tiempo que la revista ‘Travel + Leisure’ lo incluyó en su lista de los mejores 100 hoteles del mundo y cuarto en el Caribe por el servicio que brinda a los clientes.
Sin duda, estos reconocimientos pudieron haber pesado en el ánimo de reconocidas figuras que han optado por vacacionar aquí, entre ellas la ex Miss América, Vanessa Williams y la precandidata a la presidencia de Estados Unidos por el Partido Demócrata, Hillary Clinton.
Sin embargo, no hay que ser una celebridad para recibir un trato de primera. Eso nos consta. Al llegar, un sobre con nuestro nombre esperaba en la recepción. Sólo basta con firmar una hoja de rigor para quedar registrado y ser escoltado a la habitación. Minutos después descubrimos otras maravillas.
El hotel consiste de villas y suites, pero en estas últimas no se permiten niños menores de 12 años y no hay radios ni televisores, excepto en las villas. Tampoco está permitido el uso de celulares en las áreas comunes o el restaurante del hotel. Es por ello que sus constantes compañeros serán el canto de los pájaros y el arrullo melodioso de las olas del mar.
Pernoctamos en una de las villas, quizás la más selecta, bautizada como Casa Escondida, decorada al estilo marroquí. El mar podía apreciarse desde la cama, ubicada en el segundo nivel.
En la habitación sobresalen los techos altos y los arcos marroquíes. El primer nivel cuenta con un baño con ducha con chorros a propulsión, sala, cocina y balcón con piscina privada.
Las camas de cada habitación merecen especial mención porque son comodísimas, gracias a un tercer colchón colocado en la parte superior. Los baños son amplios y sus paredes están decoradas con mármol blanco español desde el techo hasta el piso.
En todas las habitaciones destaca el mobiliario, proveniente de Italia, Filipinas y Marruecos, y las lámparas tienen finos detalles al estilo español mozárabe. Igualmente, cada una de las 39 suites del hotel tiene piscina privada.
Experiencias únicas
En el exterior, los árboles de mangó, las cruz de malta y los jacintos de agua adornan la hospedería. Los faroles ubicados por todo el hotel aportan el toque romántico, sobre todo durante la noche, cuando iluminan los balcones y las veredas que dan acceso a cada suite.
Además de las piscinas privadas, el hotel tiene otras tres de uso común. Una de éstas es de límite infinito. Sumergirse allí es toda una experiencia para los sentidos porque da la impresión de que el cielo, el mar y las piscina forman un solo espacio y usted tiene acceso a cada uno de ellos.
Pero eso no es todo, a un costado de la piscina hay canastas con botellas de agua fría para calmar la sed y toallas limpias, cuyo fresco aroma -al secarse- no escapa al olfato. Tanta atención explica por qué los huéspedes no salen del hotel. Incluso, pueden optar por recibir masajes o tratamientos de pedicura o manicura en la comodidad de su habitación. Y si lo que le gusta es ejercitarse, hay un salón preparado para esos propósitos junto a la piscina más pequeña del hotel.
La cena es otra experiencia de altura en el restaurante del hotel. Aquí el Caribe está presente, hasta en la decoración, porque cada mesa tiene un puñado de flores frescas del patio de la hospedería.
Es el chef Aaron Wratten, quien trabajó en el restaurante Daniel, de Nueva York, el que se encarga de crear delicias para los comensales.
Ese toque se percibe en el uso de frutas como la piña y el mangó, sin dejar de lado las especias. El menú, que consta de tres opciones de cuatro platos cada una, cambia diariamente. El chef, quien se deleita creando platos con productos del país, como las setas provenientes de Mayagüez, también ofrece su menú de degustación de nueve platos pequeños.
El panecillo de langosta y cangrejo es uno de los aperitivos predilectos de los comensales porque en un bocado se distingue el sabor liviano de ambos mariscos. De aperitivo degustamos un exquisito mousse de salmón con caviar. El plato principal consistió de lomo de cerdo relleno de plátano, bautizado con salsa de tamarindo. La carne estaba tierna y rosada, pero bien cocida. Y es que la frescura de los ingredientes es evidente en cada plato, como el pescado, que proviene diariamente del mar cercano al hotel.
Los postres, como las peras en vino tinto, con un bizcocho de pasas y helado de limón, seducen al paladar e invitan a pedir más.
Y si no le apetece ir al restaurante, puede darse una vuelta por la terraza que ubica en el primer nivel. Desde allí podrá apreciar en todo su esplendor la puesta del sol, mientras degusta un cremoso queso feta derretido sobre galletas, una de muchas deliciosas tapas disponibles antes de la apertura del restaurante.
Puede acompañarlas con una copa de vino o un trago. Cercano a la terraza también están el Blue Room, un salón para cenas o actividades y la biblioteca del hotel.
Lo medular es que, independientemente de dónde se ubique, ya sea para degustar tapas o admirar el ocaso, lo alcanzará la serenidad de The Horned Dorset Primavera. Pero tenga en consideración que existe un solo elemento difícil al que se tendrá que enfrentar en este hotel: la partida.
http://www.elnuevodia.com/diario/noticia/deviaje/revistas/perla_por_descubrir/417945