Rubén Berríos Martínez
Presidente
Partido Independentista Puertorriqueño
9 de junio de 2008
Sr. Presidente y Señores Delegados, soy Rubén Berríos Martínez y comparezco ante ustedes en representación del Partido Independentista Puertorriqueño.
Dentro de dos años, en el año 2010 se conmemora el Bicentenario de la lucha por la Independencia de la América Latina. Pero todavía Puerto Rico no es independiente y mientras no lo sea, la independencia de la América Latina no estará completa.
Por eso hoy aquí, ante este Comité, la América Latina, con una renovada conciencia de su propia valía, se levanta con un coro de voces para reclamar el derecho de Puerto Rico a su libre determinación e independencia.
En el 1953, en plena Guerra Fría, los Estados Unidos usando su enorme poderío logró, a través de coacción e insinuaciones falsas, que la Asamblea General aprobara la Resolución 748. Dicha resolución, aprobada con sólo 26 votos afirmativos de los 60 votos emitidos, pretendía hacerle creer al mundo que Puerto Rico -ahora bajo el engañoso nombre de Estado Libre Asociado- había logrado un suficiente grado de gobierno propio que justificaba que la potencia administradora fuera relevada de su obligación de rendir información ante las Naciones Unidas sobre su colonia.
Pero apenas siete años más tarde, la Resolución 1514 (XV), la Carta Magna de la Descolonización, al declarar el derecho inalienable de los pueblos a su libre determinación e independencia y extender su alcance a todos aquellos territorios que "aún no han alcanzado su independencia"
-lenguaje sugerido por los independentistas puertorriqueños- restauró la jurisdicción de las Naciones Unidas sobre el caso colonial de Puerto Rico.
A su vez, esté Comité, creado para supervisar la implantación de la 1514, aprobó en 1973 su primera resolución afirmando la aplicabilidad de la Resolución 1514 a Puerto Rico. Durante la década de los ´90, concluida la Guerra Fría, el apoyo en el Comité a la resolución anual sobre el caso colonial de Puerto Rico se fue ampliando y en los últimos años ésta ha sido adoptada sin necesidad de votación, es decir, por unanimidad.
El colonialismo es como la esclavitud o el apartheid, que no pueden ser justificados mediante la alegación de que tales condiciones han sido consentidas o aceptadas por sus víctimas. En otras palabras, el síndrome de Estocolmo, tan reconocido en el campo de la psicología, también se extiende al colonialismo. Por eso en el derecho internacional la prohibición al colonialismo se ha convertido en una norma perentoria, una norma que no admite derogación. El caso de Puerto Rico, una nación que ha estado bajo el control y la dependencia de la nación más poderosa del mundo por más de un siglo, confirma la necesidad y sabiduría de dicha norma absoluta.
Al presente, hasta el propio gobierno de los Estado Unidos acepta pública y oficialmente que Puerto Rico continúa siendo una posesión, un territorio, es decir, una colonia de ese país, como lo confirmaron los informes de 2005 y 2007 del Grupo Interagencial adoptados oficialmente por la Casa Blanca.
Hace casi medio siglo, no obstante, sólo el Gobierno revolucionario de Cuba y los independentistas puertorriqueños –y ocasionalmente uno que otro país latinoamericano- osaban repudiar ante este Comité el actual status colonial de Puerto Rico y defender la Independencia de mi patria.
La tierra estaba seca; no llovía; muy pocos se atrevían a sembrar; y los que lo intentaban eran perseguidos y hasta asesinados, como sucedió en el 2005 con el caso de Filiberto Ojeda Ríos.
Pero las lluvias llegaron y hoy es tiempo de cosecha, tiempo de vendimia.
Hoy comparecen ante este Comité compatriotas puertorriqueños de otras ideologías, entre ellos el Gobernador colonial y los Presidentes de la Cámara y el Senado de la colonia, asimilistas ambos. Aunque por distintas razones, todos estamos aquí.
Todos estamos bienvenidos a la fiesta de la vendimia, a la fiesta del acabe. También aquéllos que han saboteado la siembra de la libertad. Los triunfos de la patria son para todos.
Muchos han trabajado por décadas ante diversos foros internacionales; y en los últimos años se ha trabajado arduamente a través del Comité Latinoamericano Permanente de Apoyo a la Independencia de Puerto Rico, a través de la COPPPAL y de la Internacional Socialista y directamente con los gobiernos de toda la región, sin distinciones ideológicas, para lograr la unidad latinoamericana en esta causa que es la de todos.
Como prueba de ese gran logro hoy han dicho presente ante este Comité un número sin precedentes de delegados de naciones latinoamericanas que apoyan la Resolución ante ustedes. Agradezco a los gobiernos de Panamá, Ecuador y Nicaragua las intervenciones de sus representantes -al igual que a los gobiernos latinoamericanos miembros del Comité- y a Honduras y Guatemala por las muestras de apoyo con la Resolución bajo su consideración.
El mensaje de América Latina es claro. Cito al Presidente de Panamá, Martín Torrijos: "El problema de fondo es que Puerto Rico es la única nación hispanoamericana que permanece bajo régimen colonial. Para los latinoamericanos, corregir para siempre esta anomalía debe ser una cuestión de principios y una prioridad continental. Lo que toca es acordar lo necesario para materializar el derecho puertorriqueño de constituir una república independiente.
De lo que se trata es impulsar un diálogo hemisférico sobre este tema, a fin de concertar cuanto antes un programa de transición que -de una vez por todas- solucione ese problema de manera igualmente digna y eficiente para todos los involucrados. América Latina puede ofrecer sus buenos oficios, alentar ese acuerdo y ser garante del cumplimiento y la sostenibilidad de ese programa".
También es importante señalar que los Estados Unidos está en búsqueda de una política coherente hacia la América Latina para el siglo 21.
Las políticas norteamericanas del pasado, basadas en la subordinación y el sometimiento, ya no son posibles. Tampoco puede ser la señal de los nuevos tiempos una política de integración o asimilación de un país latinoamericano. Tal política sería un atentado contra la soberanía de todos los países latinoamericanos. ¿Por qué no mañana la República Dominicana y pasado mañana El Salvador?
Una política racional de los Estados Unidos hacia la América Latina tiene que partir del respeto a la independencia y la no intervención, y tiene que estar basada en el reconocimiento de las diferencias y en el interés mutuo de promover el desarrollo económico y social.
Ayer Puerto Rico fue preludio para las políticas abusivas de los Estados Unidos en la región. Hoy la Independencia de Puerto Rico sería la prueba más clara de una nueva política norteamericana fundamentada en el respeto hacia la América Latina.
La América Latina se tiene que dar a respetar en Puerto Rico. Y los Estados Unidos tiene que demostrar en Puerto Rico su respeto a la América Latina.
La aprobación por este Comité de la Resolución bajo consideración será un paso fundamental en el camino hacia la discusión del caso de Puerto Rico en la Asamblea General y para la futura aprobación en ese organismo de una resolución que pueda convertirse en un poderoso instrumento para lograr que los Estados Unidos cumpla a cabalidad con las obligaciones descolonizadoras que le impone la Resolución 1514.