domingo, 18 de enero de 2009

¿Los espejismos de la colonia?




¿Los espejismos de la colonia? Imprimir
Opinión libre
Félix Córdova Iturregui/Especial para Claridad   

El intenso polvorín del entusiasmo surgido de la gran victoria electoral de Luis Fortuño duró muy poco. El polvo cayó de inmediato al suelo. Con el panorama despejado puede verse el rostro terrorífico de una crisis nunca antes vista. Por primera vez en la historia de los gobernadores electos, el candidato victorioso comenzó a perder apoyo de forma dramática antes de comenzar su gestión administrativa. Fortuño se fue acercando a su posición como la imagen envejecida de lo viejo. No es posible verlo de otra forma en el espejo del Informe Carrión.

Su victoria, no cabe duda, lejos de ser el resultado de un apoyo entusiasta a un proyecto político-económico, fue una manifestación enorme del repudio enérgico al gobierno antiobrero y antipopular de Aníbal Acevedo Vilá. En varias ocasiones señalé que el éxito electoral de Fortuño sería el triste regalo que dos gobiernos pésimos del PPD le dejaban al país. El entusiasmo generado por su grandiosa victoria, por consiguiente, tuvo inevitablemente muy poca profundidad. Más que una ola gigantesca, fue un inmenso espumero. Ahora el joven gobernador tendrá que lidiar con el lapachero creado por él mismo. Si bien le debe su precario espacio al anterior gobernador, su filiación es otra. Fortuño vivirá asediado por la sombra de su verdadero padre político: Pedro Rosselló, el responsable principal por la forma implacable en que ha estallado la crisis fiscal del gobierno. Dos factores pesan con creciente gravedad sobre la economía y el gobierno: la desaparición de la Sección 936, sin alternativa que la sustituyera, provocando la pérdida de más de 40,000 empleos, y la reforma de salud con su voracidad implacable devorándole las entrañas al fisco. Si a esto le añadimos que el llamado proyecto de estadidad neoliberal de Rosselló le abrió de par en par las puertas a la corrupción, tenemos la candela necesaria para avivar una crisis con múltiples niveles históricos.

Fortuño entró al gobierno sin proyecto alguno, como un heredero pálido de Pedro Rosselló. El proyecto estadista, al vestirse con su ropa neoliberal, ha consistido en acelerar el descalabro del Estado Libre Asociado como si se tratase de una barrera que bloquea el camino hacia la integración completa con la sociedad imperial. Lejos de haber elaborado un proyecto económico-político, el resultado ha sido presentar el vacío como alternativa anexionista. Desde el páramo de la desolación pueden surgir entonces nuevas versiones de la propuesta alucinante de Romero Barceló: la estadidad es para los pobres. Como muestra de este renovado patetismo estadista léase la reciente columna de Maurice Ferré en El Vocero, publicada el sábado 10 de enero.

En Estados Unidos, ante una situación económica que se agrava a nivel mundial, amenazando con convertirse en una depresión parecida a la que estalló en 1929, el gobierno tiene como opción recurrir a una política fiscal de gastos masivos con el propósito de que el dinero fluya hacia el bolsillo de la gente, mientras en Puerto Rico el Informe Carrión hace un extenso inventario para ver cómo le saca más dinero del bolsillo a la mayoría de la población. Su política dependerá de los fondos federales. La precaria burguesía local carece totalmente de un proyecto económico con posibilidades reales para ampliar la base productiva de la isla y generar empleos. Para evadir enfrentarse a su propia incapacidad histórica, echa manos a la ideología neoliberal para culpar al gobierno de todos los males, denunciar el gigantismo, al mismo tiempo que arremete contra los niveles de vida de las masas asalariadas. No es capaz de reconocer que lo que la burguesía mira en el llamado gigantismo gubernamental es la imagen invertida de su propia pequeñez. La arrogancia patronal no le deja ver su propio enanismo histórico.

En realidad, lo que esconde en la mirada la burguesía local es una crisis histórica aparatosa. Aunque la haya olvidado, sus efectos continúan. Me refiero a la catástrofe agrícola que sufrió el país a partir de 1950. Entre 1964-1966 el empleo agrícola fue superado primero por el de la manufactura, y luego por el empleo gubernamental. El empleo de la manufactura creció rápidamente entre 1950 y 1970. Posteriormente se estancó, aun con los auxilios de la Sección 936. Sin embargo, entre 1970 y 1990, el empleo gubernamental siguió creciendo aceleradamente hasta casi duplicar el empleo manufacturero. No deja de ser significativo que uno de los virajes de mayor trascendencia en la historia económica de Puerto Rico haya prácticamente coincidido con el fin del período largo del desarrollo capitalista de la posguerra.

Unas palabras de Luis Muñoz Marín en su primer mensaje ante las cámaras legislativas, en febrero de 1949, pueden ser reveladoras: "La batalla para la buena vida no ha de tener todo su énfasis en la industrialización. Una parte ha de estar en la agricultura. En Puerto Rico hay todavía mucha tierra desempleada, o parcialmente empleada, o ineficazmente empleada. Es moralmente grave el delito de poner obstáculos al uso de la tierra en una comunidad que tiene tan poca tierra, o el negarse a entender sus mejores usos. En Puerto Rico no hay derecho moral a impedir básicamente la producción. Con la buena voluntad de todos debemos esperar que en algunos años, que no sean muchos, no quede una sola cuerda utilizable que no se esté utilizando en la forma más adaptada al mayor producto de esa cuerda." Muñoz fue enfático en la necesidad de lograr "esta gran hazaña económica".

El resultado histórico fue otro. El pueblo de Puerto Rico ha tenido que cargar con una catástrofe agrícola sobre sus espaldas. Debido a que la industrialización urbana moderna nunca superó significativamente la cifra de 150,000 empleos, y se perdieron más de 200,000 empleos agrícolas, aun contando con un intenso proceso de emigración, el gobierno tuvo que expandirse para sobrellevar dos vacíos: la desaparición de la agricultura y la incapacidad del sector industrial privado de generar una base productiva amplia. El grave delito de que hablara Muñoz Marín no puede disociarse de la estructura del coloniaje. La inmoralidad de haber liquidado la agricultura ha tenido unos efectos terribles sobre la sociedad puertorriqueña. No se va a resolver el problema fiscal lanzando diatribas contra el gigantismo gubernamental, y atacándolo con medidas concretas que aumentarán el desempleo, sin abordar el enanismo histórico de la burguesía local.

Pero el gobierno no sufre solamente la carga de la catástrofe agrícola. También lleva sobre sus frágiles espaldas la crisis del programa de la Administración de Fomento Económico: Operación Manos a la Obra. Con la liquidación de la Sección 936, Rosselló dejó la colonia al desnudo. La crisis en Puerto Rico seguirá profundizándose. Se comerá por dentro la estabilidad de los dos partidos de gobierno. Los tercos residuos del neoliberalismo colonial trasnochado acelerarán el proceso. Abrirán, en medio de la crisis global, un nuevo proceso histórico muy complejo. Para evitar que el sacrificio mayor se les exija a los sectores laborales y populares, los dirigentes obreros y comunitarios tendrán que sentarse en la mesa del diálogo a entenderse y concertar acciones que pongan en movimiento las fuerzas necesarias para derrotar la propuesta de las multinacionales y los banqueros. Si la inmovilidad desmoraliza, sabemos que el movimiento aguijonea la imaginación y cuando la dinámica de la imaginación se hace colectiva surgen en el horizonte nuevas formas de organización y de convivencia social.

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