El ir y venir de Obama
Manuel Rodríguez Orellana
Secretario de Relaciones con Norteamérica
Es la segunda vez en 50 años que un presidente de Estados Unidos de ascendencia irlandesa viene a Puerto Rico: uno era blanco y el otro es negro. Ambos habrán aterrizado en el mismo país caribeño, hispanohablante, pobre, racialmente mixto y políticamente subordinado al suyo.
Entonces, como ahora, el derecho internacional ya ordenaba la abolición del colonialismo. Entonces, como ahora, el derecho constitucional de Estados Unidos ya ordenaba la abolición del discrimen racial, aunque al señor Obama, por su ascendencia africana por parte de padre, no le hubiesen permitido en su país ni beber agua de las mismas fuentes, ni sentarse en asientos reservados para los de ascendencia exclusivamente blanca.
Hoy, es un ineludible adelanto histórico que Obama alcanzara la presidencia de Estados Unidos. Hoy, sin embargo, debería avergonzarse de que Puerto Rico siga igualmente subordinado a su país. En el discurso de aceptación del Premio Nobel de la Paz, otorgado hace dos años por sus promesas, Obama proclamó que su país nunca ha estado en guerra contra una democracia.
Presumiblemente, no contabilizó el apoyo y subvención de golpes de estado en países democráticos. Argentina, Brasil y Chile inician el abecedario latinoamericano que completan las invasiones militares de Estados Unidos en el resto del hem i s f e r i o.
Peor aún, calificó a Estados Unidos como defensor de la democracia y la autodeterminación. En 50 años el derecho internacional y el constitucional afianzaron la prohibición de la esclavitud, el racismo y el colonialismo como normas no derogables. Sin embargo, Obama ha sancionado la inmoral relación colonial y territorial entre su país y el nuestro pronunciándose, ante ésta, "n e u t ra l ".
El ir y venir de sus principios no ocurre solamente con respecto a Puerto Rico. Pese a nobles promesas, Obama se comporta como belicista converso. Mantiene en cárcel a presos políticos puertorriqueños por más de 30 años. Retiene 50,000 soldados en Irak, en vez de retirarlas, y en Afganistán las ha triplicado a 100,000. En Libia, ha violado sus propias leyes mediante bombardeos no autorizados. Al acecho de un terrorista de ubicación conocida, recurrió exitosamente -como Kennedy en Vietnam y Nixon en Chile- al asesinato como brazo imperial de las relaciones exteriores. Desde la Casa Blanca chorrea la sangre de innumerables inocentes civiles de poblaciones invadidas y jóvenes americanos -e inclusive, puertorriqueños- heridos, torturados o muertos.
El brillante "glamour " de estrellas de Hollywood se le extingue aceleradamente. Robert Redford, actor, director de cine y generoso contribuyente de Obama, ha extrañado al "líder atrevido y visionario". Barbra Streisand, la millonaria diva de causas liberales y voz privilegiada, le ha reprochado, por "injustos con los trabajadores", los recortes contributivos para los ricos. El talentoso cineasta Matt Damon, en alusión al título del "best seller" de Obama, ha admitido "perder ya la esperanza de la audacia".
El mundo universitario, donde otrora se paseó, se torna hostil. El activista de derechos humanos y prolífico intelectual de Princeton, Cornell West, ha sido inmisericorde.
Teólogo, filósofo, catedrático de religión, historia y política en prestigiosas universidades como Harvard, París y Yale -y también afronorteamericano- ahora lo tilda de "marioneta negra de los plutócratas corporativos".
¿A qué viene Obama a Puerto Rico? ¿A buscar dinero de los plutócratas del patio para su campaña del 2012 y a repartir un guiño, una palmadita en algún lomo doblado o conceder favorcitos millonarios? En paroxismos de contentura, los líderes del PNP y del PPD le rendirán ridículas pleitesías, como si quisieran beatificarlo.
Y se disputarán una esquinita en la estampita conmemorativa del servilismo colonial para ayudarle con el llamado voto hispano, ¡cuando hasta el congresista puertorriqueño de Chicago, Luis Gutiérrez, ha insinuado que podría no apoyarlo la próxima vez por su flojera e inacción en la reforma de i n m i g ra c i ó n ! Como no parece propenso a la rectificación por la violación de derechos humanos a nuestro pueblo, se impone confrontar con dignidad su claudicación moral y legal y recabarle al señor Obama con firmeza que se vaya ¡a su casa!