El capital estratégico de Puerto Rico
Durante los pasados meses he tenido el privilegio de exponer ante distintos grupos algunos aspectos relacionados con el potencial de desarrollo económico de Puerto Rico una vez se inicie el proceso de transición hacia su independencia nacional.
Uno de los requisitos indispensables para el desarrollo autosostenido es la acumulación de ciertos y determinados bienes físicos que, en su conjunto, conocemos como capital. La mayoría de los estudiosos contemporáneos sobre el tema ha insistido en la necesidad de acumular capital como punto de partida para que los países se desarrollen plenamente.
Un examen exhaustivo de las características del capital físico acumulado en Puerto Rico nos lleva a concluir que el País se encuentra en una posición muy superior a la de la mayoría de los países similares en tamaño y en dotación de recursos cuando éstos se inauguraron como naciones soberanas. Para comenzar, Puerto Rico cuenta con cinco aeropuertos internacionales con capacidad para mover carga y pasajeros: dos en la zona metropolitana de San Juan, uno en Ceiba, el Aeropuerto Mercedita en Ponce y el Rafael Hernández en Aguadilla. Con la excepción del Aeropuerto Luis Muñoz Marín, y por razones que tienen que ver con nuestro estatus colonial, las restantes instalaciones no han sido desarrolladas al máximo, a pesar de que dos de ellas poseen las pistas más largas en el Caribe y, en el caso de Mercedita, éste constituye un componente estratégico en los planes del Puerto de las Américas.
A los aeropuertos se suman instalaciones portuarias en los cuatro puntos cardinales del país: San Juan, Ponce, Ceiba y Mayagüez. Nuevamente, sólo el puerto de la capital se utiliza al máximo, mientras el Puerto de las Américas -una vez superemos el régimen de las leyes de cabotaje- se convertirá en un proyecto emblemático para el futuro de Puerto Rico. Lo mismo podemos afirmar de los puertos de Ceiba y de Mayagüez cuando se materialicen sus respectivos planes de desarrollo.
Por otra parte, en proporción a su territorio nacional, Puerto Rico posee el doble de kilómetros en carreteras que las que tiene Estados Unidos y cinco veces las construidas en República Dominicana. Nuestro sistema de telecomunicaciones, aún antes de que la Telefónica fuese privatizada, es uno de los más sofisticados del mundo, lo que también es cierto en el caso de nuestro sistema bancario. El valor monetario agregado del acervo de maquinaria, equipo, estructuras y edificaciones industriales y comerciales se calcula en varios cientos de miles de millones de dólares, producto de un proceso acumulativo de inversión iniciado hace más de siete décadas.
A la lista anterior, la cual no pretende ser totalmente exhaustiva, se añade el capital humano encarnado en una fuerza obrera de sobre 1.4 millones de seres humanos que laboran en todas las áreas de la producción y los servicios. No solamente se trata de que la capacidad productiva de nuestros trabajadores haya sido reconocida internacionalmente, sino que nuestra clase gerencial y científica se ha especializado en todas y cada una de las áreas del conocimiento. Esa es nuestra mejor carta de presentación para enfrentarnos a un futuro en el que Puerto Rico comience a participar en todos los foros en los que se pactan los acuerdos que mueven a la economía internacional y de los cuales nuestro empresariado, nuestras comunidades y nuestras instituciones se beneficiarán enormemente, una vez el país advenga a su soberanía nacional.
Entonces, si poseemos el capital estratégico -la suma del capital físico y del capital humano- la pregunta fundamental es: ¿por qué no integrarnos al resto del mundo para explotar plenamente nuestras capacidades como lo han hecho los demás países del orbe? La respuesta a esta interrogante radica en la falta de voluntad política que ha imperado hasta el día de hoy. Ya es hora de que le saquemos provecho a lo que hemos construido.