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Por Víctor García San Inocencio |
Las colonias existen porque y hasta que conviene a quien las controla y las sostiene (la metrópolis) y porque convienen además a unos elementos siempre minoritarios, pero poderosos, quienes maquillan la pocilga colonial, por sí o por sus mercenarios, para hacer creer que la colonia es buena, digna y provechosa o hasta un mal necesario.
Esos elementos intermediarios sin moral política y fácilmente corruptibles como la colonia misma, trafican la libertad rindiéndola a cada paso hasta perder el disimulo.
Detrás de esos intermediarios de curso reptilíneo que a sabiendas lastran el desarrollo de las naciones hay muchos que no entienden la naturaleza del magno engaño. Piensan sincera, pero equivocadamente que la colonia es lo mejor de dos mundos y que es un privilegio inusual disfrutar de ese status especial que les hace diferentes al resto de la Humanidad que condena al colonialismo como un delito.
En verdad, ese status especial colonial es la relativización de todo, el todo se vale, la pulverización de la dignidad, la oficialidad y los cargos por la oficialidad misma y la agonía cotidiana que tarde o temprano hace crisis y torna aun para los fantasiosos la vida intolerable.
Llegado a ese extremo la colonia colapsa, se torna irremediablemente en fuga y en implosión, fenómenos estos que resultan más que evidentes para quien sostiene el régimen colonial y quiere terminarlo (la metrópolis), pero imposibles de creer para algunos de los intermediarios de jefatura mediocre. Otros intermediarios a sabiendas de que el fin se acerca prolongan lo más posible la agonía. Estos son los retranquistas, los más reaccionarios, siempre con un disfraz noble prodigando miedos.
La historia del colonialismo es una historia repleta de negaciones, falsificaciones y opresión. Afortunadamente es también una historia de luchas desiguales, pero luminosas que terminan por darle vida digna a una nación sacándola de su condición mortuoria.
Pero mucho antes de que esto suceda los resortes del colonialismo y la inercia que prolonga su punto de expiración dan vida a elementos que medran alrededor de la bolsa y las canonjías coloniales. Estos elementos son lo más impuro y degenerado del colonialismo. Son sus mercenarios a sueldo. Se autoproclaman creyentes en la libertad y hasta en la independencia (y quizás alguna vez lo fueron), pero no hay esfuerzo que no hagan para defender a ultranza las tretas del colonialismo y a sus líderes intermediarios.
Son por increíble que parezca, peores que la cúpula colonial gobernante, pues sus frustraciones y fracasos políticos y personales, su megalomanía indomable, pero apolismada y su discurso gastado de pacotilla sólo les sirve para hacerse cómplices del colonialismo que les ha deformado y tornado irreconocibles por propia voluntad y aceptación.
Lo más curioso y doloroso del atavismo colonial de estos mercenarios neo-Blackwater es que logran mantener a pesar de sus grotescas callosidades una piel fina cuando se señala su ánimo contractual e igualero y su propósito de lucro. Cuánta injusticia... para ese puñado que se gana la vida honradamente alcahueteando al gobernante colonial, justificándolo a cada paso, ametrallando a los que creen y trabajan contra el colonialismo, en fin, tratando de hacer de la negación disfrazada de la Patria una virtud. Lengua sin manos son claro está, saliva-va, y tristes fuelleros que alientan la flama en la que se funden las cadenas que atormentan la Patria.
De esos mercenarios se ha sabido y han existido siempre alguien me advierte, y es cierto, lo concedo. Pero también lo es que abundan y desfilan sin pudor, ni moral política todavía más cuando la colonia comienza a dar sus últimos aleteos para dar paso al nacimiento de la Patria libre.
Tristemente tengo que pensar que esos mercenarios serán cuando a pesar de ellos llegue la independencia, como hoy igualmente lo son, exhibicionistas. Así como lo fueron en la lucha por sacar a la Marina de Culebra y de Vieques aunque no fueron capaces de empeñar ni un minuto de su tiempo en la libre comunidad para esa causa. Dato curioso... ¿Cómo es que algunos que tanto cacarean sobre la independencia se las ingeniaron para no ofrendar a lo largo de casi tres décadas, ni un minuto de su libertad personal en aquellas adelantadas gestas de liberación?
Llegará el momento sin duda, cuando seremos independientes por lucha y por derecho, por palabra y por actos. Quien sabe, si para entonces aquellos intermediarios y mercenarios no estén, ni nadie desee recordarlos. O quizás piensan que en la Patria libre habrá perdón aun para ellos y sus iniquidades y por eso desde su profundo cinismo apuestan a su impunidad de hoy y a la del mañana.